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Pedro Sánchez ha lanzado una arenga a su congregación de fieles enfervorizados. Anuncia que su campaña va a ser binaria, nada compleja: o la derecha radical, o el PSOE; o el trumpismo, o el progreso. No creo que ignore la ecuación de las derechas, ni mucho menos la abigarrada izquierda. Sánchez sabe también que su mensaje polar no llegará fácil a la gente, porque se ha dado cuenta de que el latifundio mediático de regadío está en su contra.
Sin feministas en las universidades no tendríamos una conciencia crítica sobre el alcance del machismo.
España no es un país corrupto, o al menos, no el más corrupto de nuestro entorno. Pero existen ciertos ámbitos de poder alrededor de las administraciones que encierran prácticas corruptas.
Nosotros les hemos mandado a una musa, a una lideresa. Qué digo: a una Malinche al revés, una nativa madrileña y castiza, capaz de vender todo lo que pueda de España a cuanto ricachón criollo o no se presente.