En el año 1994 se asaltó el pazo de Baión, en Pontevedra. Las crónicas y los sonidos destacan las voces de madres de drogodependientes que reclamaban al Estado que confiscara el pazo a su propietario, uno de los mayores narcotraficantes del país: Laureano Oubiña.
El pazo fue el símbolo del imperio del narcotráfico y esas mujeres, valientes y luchadoras, pelearon durante años para lograr su objetivo. Finalmente, el pazo fue embargado por orden de la Audiencia Nacional. Aquellas mujeres volvieron al pazo en 2008, para tomarlo de forma simbólica y celebrar así aquella victoria. Quien abrió las verjas del lugar fue Carmen Avendaño, la cabeza visible de miles de familias que, desde los años 80, han padecido las consecuencias del narcotráfico. Familias que atravesaron un durísimo drama y que no se quedaron de brazos cruzados, sino que pelearon con todas su fuerzas para hacer frente al problema
