El fútbol y los padres

Podium

El fútbol para niños es una actividad maravillosa, solo tiene un problema: los padres, los aficionados más peligrosos. Cualquiera que se haya dejado caer por un partido de fútbol infantil sabrá qué es “El Frente de los Ultra-Padres”, se sitúan en un lateral acompañados de carritos de bebés, botellas de agua, suegros o bolsas de deporte. Cuando su hijo tiene el balón, corren paralelamente a él en el campo mientras gritan un: “¡¡¡Tú solo!!!”. Finalmente, para recuperar el aliento, vuelven a la base para lanzar trozos de la merienda a los padres del otro equipo.

Éstos padres se convierten en árbitros, entrenadores y taxistas. Sus hijos son siempre Cristianos Ronaldos y Messis, no se conforman con que los niños se lo pasen bien, tienen que ser estrellas del fútbol.  Durante los partidos, las madres saltan al campo con la efusividad de un espontáneo e, incluso, se puede ver a alguna pidiéndole un autógrafo a sus propios hijos.

Carles Capdevila cuenta sus experiencias peregrinando de campo de fútbol en campo de fútbol acompañando a sus hijos. Un monólogo desternillante sobre cómo los padres convierten este deporte en un absurdo campo de batalla.

Más episodios

La carrera de ser padre

Ser padre es estudiar una carrera universitaria y muy larga. Aprendes todo tipo de palabras extrañas gracias a la cantidad de médicos con los que te cruzas a lo largo de la vida de tu hijo. Puede que cuando el niño cumpla los 18 años puedas formar frases con todas ellas: oxitocina, flujometria doppler, test apgar, ictericia... Los padres saben todo, TODO y, si no, se lo inventan. Se lo inventan porque son inventores, investigadores. Han creado la saliva que lo limpia todo y una gran gama de placebos con diferentes formas, tamaños y sabores. El día que los hijos descubran que las Juanolas no sirven para nada, les subirá a todos la fiebre de forma repentina. Además de estudiar la rama científica de la carrera de ser padre, también tienen asignaturas de letras. Han elaborado una constitución propia con una serie de leyes que, a su vez, tiene varios decretos que contradicen las anteriores. Como, por ejemplo: "no se juega con la comida", pero "está permitido hacer avioncitos cuando tu hijo no quiera comer".Y la ley estrella es, por supuesto, la Ley de Murphy. Que la crearon los hijos, y ellos se la enseñaron a los padres. 

Sin hijos vs. con hijos

Hay una guerra subterránea entre las parejas que no tienen hijos y las que tienen hijos.  En los encuentros mixtos (de parejas sin hijos y parejas con hijos) los sin hijos tienden a mirar con los ojos entrecerrados a aquel de la pareja con hijos que de repente suelta: "¿Te enseño una foto de 'mi Javi'? Los sin hijos, en este tipo de combates, son bastante rápidos y tienen salidas ocurrentes del tipo: "¿Te enseño yo una de nuestro viaje EN PAREJA a las islas Seychelles?". Pero nada que digan podrá achantar a un padre, que se entrena cada día con sus hijos en el arte de la dialéctica y la acción. Así que con agilidad, el con hijos saca el móvil del bolsillo y empieza a proyectar y explicar cada una de las fotos de Javi, Palomita y Carlos Junior. La guerra parece que va a estallar de un momento a otro, la tensión se palpa en el ambiente... Pero, finalmente, en la foto 100 del quinto cumpleaños de Carlitos Junior ya se ha dormido todo el personal. Matados de aburrimiento.Los con hijos son conscientes de que pueden son muy pesados, muy ruidosos y muy absurdos. Aplauden cada tontería que hace su hijo y buscan el aplauso entre el resto de parejas, aunque éstas no tengan hijos y no entiendan el teatrillo que se monta cada vez que el niño hace algo. Pero, qué se le va a hacer, los hijos son patrimonio cultural de la humanidad. Y si no lo creéis, dadle al play.

'Jardincitos' de infancia

La tensión entre padres y maestros empieza en la guardería, con una sillita muy pequeñita en la que tienes que sentarte y una retahíla de palabras diminutivas. Al final de la reunión acabas con el culo encajado en la silla y la cara dolorida por llevar todo el día con la boquita de piñón.  Todo sea por nuestros hijos. Ser padre de niños muy pequeños exige hablar como tontitos y llevar pincitas en el pelito porque hemos aceptado que nuestra hijita nos peine esa mañana.Y no sólo eso, sino que al ir a recoger al niño a la guardería tenemos que aguantar el chaparrón de la maestra. Que dan ganas de decirle: ¿pero no lleva mi hijo todo el día con usted? ¡échele la bronca a él y ya me lo contará luego!.  Los profesores de guardería son unos entusiastas, unos motivados, todo es luz, color y pastelitos.Sólo rezas para que no le hayan mandado deberes para casa. Porque seguro que te toca pasar la tarde cantando en bucle "En el auto de papá" (o similares) hasta que te entren ganas de vender el coche e ir en patines a la guarde.