E08 El caballero de la mano en el pecho: retrato de una traición

Podium

Doménikos Theotokópoulos llega a Toledo con un nuevo nombre adoptado en Venecia: "Il Greco", (el griego).  Los años en la ciudad italiana y la influencia de artistas como Tintoretto o Miguel Ángel le han convertido en uno de los mejores pintores renacentistas de su tiempo. Es 1580 y el Greco comienza su etapa en España dispuesto a conseguir una plaza como pintor de cámara del rey Felipe II. Los primeros encargos importantes vienen del mundo de la Iglesia: el retablo mayor y dos laterales para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El clero ve en en el artista el estilo perfecto para representar la iconografía religiosa y las peticiones aumentan, ya que pronto debe entregar dos lienzos para el Escorial.Los encargos comenzaron a disminuir. A pesar de su reconocido talento, las obras que realizó el Greco para El Escorial no fueron bien acogidas por Felipe II. Su fama fue decayendo y nunca llegó a convertirse en pintor de cámara del rey. Los colores intensos, las luces brillantes y los característicos personajes alargados no lograron evitar que el arte de el Greco fuera despreciado. El periodista y escritor Javier Sierra nos habla, además, de cómo era el artista: un hombre huraño, excéntrico y derrochador.
El historiador de arte Fernando Marías nos habla de una de las obras más reconocidas del pintor: 'El caballero de la mano en el pecho'. Un retrato lleno de complejidad y misterio que atrapa y seduce a todo el que lo mira. El caballero es un hombre de honor, elegante, atractivo. Por su postura se diría que es el prototipo de un auténtico hidalgo español. Pero ¿de quién se trata? Se barajaban personalidades como el secretario de Felipe II o el Conde de Mora. Y se decía que podía ser Miguel de Cervantes ya que el protagonista del retrato parece estar herido de un brazo. Nosotros, en este episodio, desvelamos su auténtica identidad. 
'El caballero de la mano en el pecho' es, al igual que el propio autor, una

Más episodios

3 de mayo de 1808, crónica del fusilamiento

En 1807 Napoleón Bonaparte comienza a planear la conquista de Portugal junto al rey Carlos IV. La invasión conjunta entre Francia y España se pacta en el Tratado de Fontainebleau y las tropas francesas pronto comienzan a cruzar la Península. Los rumores de que los franceses pretenden llevarse a los monarcas españoles provocan pequeñas revueltas que, poco a poco, se van extendiendo por todo el territorio. Carlos IV abdica y el caos se asienta: el pueblo español no está dispuesto a permitir la ocupación francesa. Las tropas galas intentan contener la rebelión. Se inician los fusilamientos.Francisco de Goya (Zaragoza 1746 - Burdeos 1828) vivía por aquel entonces en la Calle de los Reyes, muy cerca de la montaña de Príncipe Pío, donde se sucedieron los fusilamientos del 3 de mayo de 1808. Tenía ya 62 años y una larga y dura carrera a sus espaldas. Había trabajado en la Real Fábrica de Tapices donde pudo empezar a codearse con la alta sociedad madrileña. Aún siendo amigo de la élite afrancesada, Goya no pudo evitar retratar y contar aquella masacre que tuvo lugar durante los primeros días de mayo. Papel y lápiz en mano y junto a la compañía de su jardinero Isidoro Trucha, el pintor se acercó, cual reportero de guerra, al lugar de los hechos para plasmar una desgarradora crónica de la contienda.El cineasta Carlos Saura destaca del pintor el hecho de que, a pesar de no ser considerado como un hombre culto, siempre estuvo rodeado de gente muy cultivada. Al igual que Picasso o Buñuel, Goya poseía una enorme sensibilidad como se demuestra en esta obra: Los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío. En ella resalta sobre el resto la figura iluminada de un hombre con camisa blanca y brazos en alto. En contraposición, los hombres en la penumbra representan al enemigo despersonalizado a punto de ejecutar a la población civil. La catedrática de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo, Jesusa Vega, recalca el perfecto retrato del as

La pintura libre e independiente de Remedios Varo

Remedios Varo, una de las pintoras surrealistas más importantes de su tiempo y, a su vez, una gran desconocida. Nació en Anglés, Gerona, pero su "verdadero yo" la esperaba México tras la Segunda Guerra Mundial.Mujer libre e independiente, Varo se instaló con 16 años en Madrid donde ingresó en la Real Academia de San Fernando. Allí conoció a Gerardo Lizárraga con el que contrajo matrimonio. Se mudaron a París y, posteriormente, a Barcelona donde comenzaron a mantener contacto con los surrealistas, con el círculo de artistas e intelectuales del momento, y entraron a formar parte del grupo lógico-fauvista. La artista se separa de Lizárraga y empieza una nueva relación con el poeta surrealista Benjamín Péret. Juntos viajan a París y entran en el círculo de André Breton, Max Ernst, Wolfgang Paalen... Remedios Varo conoce aquí a la pintora y escritora Leonora Carrington, la que se convertiría en una de sus mejores amigas hasta el punto de, según la propia Varo, compartir con ella sueños y visiones.En septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial y París cae ante las tropas del ejército alemán. Remedios Varo y Benjamín Péret, al igual que muchos de los artistas de la época, huyen a México. La escritora y catedrática de arte Estrella de Diego nos habla de esta etapa en la vida de Varo en la que descubre un mundo nuevo repleto de modernidad y personajes que la marcarán profundamente. Se asienta y comienza a desarrollar su carrera añadiendo a su obra elementos del psicoanálisis, la alquimia, el cábala y la magia.Además, se embarcará una expedición científica a Venezuela en la que realizará dibujos de mosquitos y demás insectos encontrados en los alrededores del río Orinoco. La escritora Zoé Valdés nos habla de su carácter aventurero, su valentía y su libertad. De la influencia que todas estas experiencias tuvieron en la artista y que se ven reflejadas en el cuadro: "Mujer saliendo del psicoanalista". En él, el ego se desprende de

Café Terrace, Van Gogh y sus flores como estrellas

El talento de Vincent Van Gogh no fue reconocido hasta un año después de su muerte y, sin embargo, hoy en día cualquier persona, aunque no sea entendida en arte, podría reconocer un cuadro suyo. Fue un artista incomprendido y torturado. Quiso seguir los pasos de su padre y decidió estudiar teología, pero suspendió por no saber latín ni griego. Comenzó un largo peregrinaje que le llevó, incluso, a las minas de carbón de Mons, en Bélgica, donde pasó 22 meses evangelizando a los obreros de allí. Aún así, Van Gogh estaba pasando por una gran crisis espiritual que le hizo vagar por Inglaterra, Bélgica y Francia.En París el artista comienza a cartearse con frecuencia con su hermano Theo, el cual le anima a que se dedique a la pintura y le invita a compartir piso en Montmartre con Tolouse-Lautrec, Émile Bernard y Paul Gauguin, entre otros. Van Gogh poco a poco va encontrando un estilo más personal y definido. Los cielos estrellados son ahora tema que le preocupa. Tal y como señala Juan Ángel López-Manzanares, conservador del Museo Thyssen, Van Gogh combina la alegría y la tristeza, consigue crear un clima de  esperanza. Pinta durante la noche con una vela como única fuente de luz que consigue esa característica combinación de colores vivos: de azules nocturnos  y amarillos y naranjas más ricos.El 21 de febrero de 1888 llega a Arlés, al sur de Francia. Seis meses después, el pintor acude una noche a la Plaza del Forum y planta su caballete muy cerca del Café Terrace para retratar su particular visión de aquel cielo estrellado que contrasta con la fachada amarilla vibrante del café. Aquel verano, Van Gogh dedicó su tiempo a pintar la naturaleza de los alrededores de Arlés y convivió, durante un tiempo, con el también pintor Paul Gauguin.