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Alberto Rodríguez y Leyre Gómez no se conocen, ni si quiera se pueden ver durante esta entrevista, pero tienen muchas cosas en común. Él es jefe de cocina en un colegio público de Majadahonda (Madrid) y ella trabaja en la sección de ensaladas en la sede de LinkedIn en Dublín. Los dos acaban de terminar el servicio cuando comienzan a conversar y tienen toda la tarde libre para ellos y también los fines de semana. Todavía no se lo pueden creer, después de años trabajando en restaurantes y viviendo al contrario del mundo: "Durante unos años está guay. Mola la adrenalina de los restaurantes, es como adictivo, pero la vida no es fácil. ¿Que quieres hacer un viaje de aquí a cuatro meses? No puedes hacerlo porque tienes que pedir permiso primero. A mí eso es lo que acabó quemándome, no poder manejar tu tiempo libre", confiesa Leyre, mientras Alberto le da la razón. Para él fue clave el nacimiento de su hijo: "No quería que me viera solamente un día a la semana".
Arturo Valls presenta programas, actúa en películas y series, y tiene una productora pero en realidad todo es una tapadera para dedicarse a la gastronomía. Sus paellas tienen fama en el mundo de la farándula, es socio de dos restaurantes madrileños y está a punto de sacar su marca de arroz. "Muchas veces quedo con los directores, productores, guionistas para convencerles de que entren en un proyecto y digo "si lo que me mola en realidad es quedar a comer, elegir y descubrir sitios nuevos", bromea.
'Gastropolítica' ha sido elegido este año entre los 50 mejores podcast, según Forbes. "Creo que tengo el honor de ser la persona más pobre en aparecer en esa lista", bromea su autor, el uruguayo Maxi Guerra. La gastronomía ocupa un espacio nuclear en sus audios pero siempre es la excusa para tratar infinidad de temas desde la historia, la política, la literatura o la filosofía. Siempre con rigor y, cuando se puede, con humor.
Ignasi Elías se ha pasado media vida creando aplicaciones tecnológicas de todo tipo. En 2007, siguiendo a su grupo favorito, The Cure, viaja a Japón y se da cuenta de que no será feliz si no se queda a vivir allí. Dos años después, delegó sus funciones en su compañía tecnológica y cumple su sueño: "Me fui en tren desde Moscú, atravieso Mongolia, llego a Pekín, cojo un avión, me planto en Tokio y me vienen a ver mis padres y descubro un sumibiyaki en la calle ocho de Kioto. Me motiva para volver y cumplir el sueño de mi mejor amigo, que quería tener su propio restaurante. Y así es como empieza Carlota Akaneya, en Barcelona", resume. Ahora tiene dos restaurantes más, Pilar Akaneya en Madrid y Marie Akaneya en París, y en los tres se pueden encontrar productos que no se pueden probar fuera de Japón.