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Fue una perfecta dama victoriana antes de quitarse el corsé y el polisón para cruzar los desiertos de Arabia en camello. Pero es que además fue escritora, arqueóloga, sufragista y un agente político tan relevante que es la única mujer que aparece en la foto de la conferencia de El Cairo de 1921, donde Francia e Inglaterra se repartieron Oriente Medio. ¿Por qué recordamos a Lawrence de Arabia, su colega, y no nos acordamos de ella? Que no solo tuvo una vida insólita, sino que consiguió mantener intacto su prestigio social, toda una hazaña para una mujer en la primera mitad del siglo XX, muestra de su autoridad y talento.
Nos acompaña en este viaje, para dar contexto a la figura de Gertrude Bell, la escritora y editora Pilar Tejera, especialista en viajeras victorianas.
Una joven madre que empuja el carrito de su bebé no llamaba la atención en Francia en 1941. Pero era Lucie Aubriac, miembro de la resistencia francesa contra los nazis, que llevaba escondidos periódicos, panfletos y documentos y que servía de enlace clave en la lucha de los franceses contra la ocupación alemana. Por honor, por sentido y por el interés superior de la patria, como decía el general De Gaulle, Lucie Aubriac, su marido y sus camaradas, lucharon en la clandestinidad, con enorme peligro para sus vidas, por la libertad de Europa. Pone en contexto a la figura de Aubriac el académico y traductor José María Faraldo, profesor de la Universidad Complutenses, experto en Europa oriental y en la resistencia contra el fascismo, autor de "La Europa clandestina. Resistencia contra las ocupaciones nazi y soviética (1938-1948)".
En 1788 la joven Mary Wollestoncraft fue despedida de su trabajo como institutriz. Sin marido, sin dinero, sin el apoyo de su familia y vetada en la educación formal, Mary empezó no obstante a colaborar con el editor Joseph Johnson, que la tomó en serio como escritora, traductora y correctora de manuscritos. Cuando llegó la revolución francesa, que entusiasmó a los progresistas británicos, fue la primera en responder a los miedos conservadores con su "Vindicación de los derechos del hombre". Pero sería su "Vindicación de los derechos de las mujeres", de toda esa otra mitad de la población despreciada incluso por sus propios correligionarios, el libro que le aseguraría una página fundamental en la historia del pensamiento moderno. Por no hablar de haber sido la madre de la gran Mary Shelley, autora de "Frankenstein". Pero la vida de una mujer pobre y libre a finales del siglo XVIII no era fácil, y madre e hija jamás llegaron a conocerse. Wollestoncraft murió por complicaciones del parto diez días después de dar a luz a una hija que llegaría a ser tan genial como su madre. Nos acompaña en este viaje por la vida de Mary Wollestoncraft la profesora de literatura inglesa Cristina Oñoro, que ha publicado este año "Las que faltaban", una historia del mundo a través de mujeres que, como Mary Wollestoncraft, deberían ocupar más espacio en los libros de historia.
Hija del duque de Milán, asesinado por una conspiración, casada a los 15 años con un hombre al que no conocía y convertida en condesa de Forlí y señora de Ímola, aprendió cómo manejarse en los salones de Roma y el Vaticano, donde reinaban la sutileza y el refinamiento, pero también la crueldad y la lucha por el poder. Vio cómo su marido, gracias al apoyo de su tío, el Papa Sixto IV, instigaba guerras sangrientas y desplegaba su ambición por dominar cada vez más territorios. A la muerte del Papa, la facción enemiga de su marido amenazaba con acabar con la familia, pero Caterina ocupó el Castel Sant'Angelo, la impresionante fortaleza romana, en nombre de los Sforza. Así, con solo 20 años, se enfrentó a todos los poderes de Roma y se ganó el respeto de los italianos, que empezaron a referirse a ella con el título de virago. Y poco a poco fue asumiendo el poder que su marido no sabía ejercer, con una astucia y una firmeza legendarias. Y con la misma crueldad que cualquiera de los poderosos de su tiempo. Nos acompaña en este viaje por la vida de Caterina Sforza la doctora en historia Vanesa de Cruz Medina, actualmente investigadora en el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Castilla la Mancha, que lleva 20 años investigando en historia de las mujeres.