Pablo Neruda: Pido silencio
Ahora me dejen tranquilo./ Ahora se acostumbren sin mí./ Yo voy a cerrar los ojos/ Y sólo quiero cinco cosas, / cinco raices preferidas. / Una es el amor sin fin.
Ahora me dejen tranquilo./ Ahora se acostumbren sin mí./ Yo voy a cerrar los ojos/ Y sólo quiero cinco cosas, / cinco raices preferidas. / Una es el amor sin fin.
Dame la mano y danzaremos; / dame la mano y me amarás. / Como una sola flor seremos, / como una flor, y nada más...
Es bueno, amor, sentirte cerca de mí en la noche / invisible en tu sueño, seriamente nocturna / mientras yo desenredo mis preocupaciones / como si fueran redes confundidas.
¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío,/a la reina con el rey!/ Este verde campo es tuyo./ ¿De quién más podría ser?/ Las oleadas de la alfalfa/ para ti se han de mecer.
Esclava mía, témeme. Ámame. ¡Esclava mía!/ Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,/ y en él despunta mi alma como una estrella fría.
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde / me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. / La tierra a la que vine no tiene primavera: / tiene su noche larga que cual madre me esconde.
Si alguna vez tu pecho se detiene / si algo deja de andar ardiendo por tus venas / si tu voz en tu boca se van sin ser palabra / si tus manos se olvidan de volar y se duermen (...)
Piececitos de niño, /azulosos de frío, /¡cómo os ven y no os cubren,/Dios mío! / ¡Piececitos heridos/ por los guijarros todos, /ultrajados de nieves/ y lodos!
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, / Sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, / En regiones contrarias, en un mediodía quemante, / Eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Madre, madre, tú me besas, / pero yo te beso más, / y el enjambre de mis besos / no te deja ni mirar... / Si la abeja se entra al lirio, / no se siente su aletear. / Cuando escondes a tu hijito / ni se le oye respirar...
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, / y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. / Parece que los ojos se te hubieran volado / y parece que un beso te cerrara la boca.
Todas íbamos a ser reinas, / de cuatro reinos sobre el mar: / Rosalía con Efigenia / y Lucila con Soledad. / En el valle de Elqui, ceñido / de cien montañas o de más, / que como ofrendas o tributos / arden en rojo y azafrán.
Para mi corazón basta tu pecho, / para tu libertad bastan mis alas. / Desde mi boca llegará hasta el cielo / lo que estaba dormido sobre tu alma.
Yo canto lo que tú amabas, vida mía, / por si te acercas y escuchas, vida mía, / por si te acuerdas del mundo que viviste, / al atardecer yo canto, sombra mía.
Quiero que sepas / una cosa./ Tú sabes cómo es esto:/ si miro /la luna de cristal, la rama roja / del lento otoño en mi ventana, / si toco / junto al fuego / la impalpable ceniza / o el arrugado cuerpo de la leña,/ todo me lleva a ti.
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, / late vivo en el sol y se prende al pinar. / No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: / ¡le tendrás que escuchar!
No estés lejos de mí un solo día, porque cómo, / porque, no sé decirlo, es largo el día, / y te estaré esperando como en las estaciones / cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
Hay besos que pronuncian por sí solos / la sentencia de amor condenatoria, / hay besos que se dan con la mirada / hay besos que se dan con la memoria.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. / Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
Velloncito de mi carne / que en mi entraña yo tejí, / velloncito friolento, / ¡duérmete apegado a mí!
"Poemarios" guarda los besos y los versos de Gabriela Mistral, y los silencios y los sonetos de Pablo Neruda, que semana a semana intentarán salir en busca de nuevos corazones a los que enamorar.