Sabemos que esa voz que de vez en cuando retumba en tu cabeza al meterte en la boca un trozo de pan chorreando salsa, o mientras apagas un cigarro entre toses, o cuando te ahogas por subir siete escalones seguidos, esa voz, que siempre te consuela prometiéndote “mañana empiezo”, no suele ser de fiar.