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Ángels pregunta a Martín Bianchi por las influencers ultraconservadoras que están hoy tan de moda, y que son reflejo de una sociedad que pensábamos que había quedado en el pasado: Pitita Ridruejo era una excéntrica, que combinaba religiosidad y frivolidad, pero estas jóvenes influencers de ahora no son nada excéntricas, sino más bien rancias. Y en esa línea hablamos de la boda de Willi Bárcenas, para la que sus padres han tenido que pedir un permiso penitenciario especial (Martín ha confundido el nombre de la cárcel con algún gran apellido de los que él se sabe, como si la cárcel se hubiera nombrado en honor de algún gran artista brasileño, por ejemplo: Alcalá de Melo). También hemos conocido los planes de soltera de la reina Sofía este verano, y la curiosa historia del palacio de Marivent, que hasta hace no tanto era una casa particular cuyo propietario quería que fuera un museo. Pues no le salió bien.
Lo que pasó en Alemania -donde la elección de canciller tuvo que irse a una segunda votación, algo inédito- no solo explica la situación allí, en la primera potencia europea, sino que explica de alguna manera cómo están los tiempos y cómo se extiende la inestabilidad y la incertidumbre, con una escalada militar entre India y Pakistán, con Estados Unidos buscando acercar posturas a China para hablar de aranceles, con Sánchez compareciendo para hablar del aumento en defensa y de un apagón cuyas causas desconocemos y con los cardenales arrancando el cónclave para elegir al nuevo Papa.
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Cuando una fotoperiodista de la categoría de Marisa Flórez anuncia una exposición que se titula, precisamente, "Un tiempo para mirar (1970-2020)", tengo la convicción de que me encontraré ante una sucesión de obras de arte y también frente a esa otra sabiduría tan propia de los grandes, consistente en captar fragmentos de vida que no debemos olvidar para que sobre el mapa del pasado podamos desenredar nuestro presente.