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Asumámoslo, hay ciertas verdades que ya son casi universales que nos hacen daño, pero no por ello son menos verdades. Bob Pop nos trae algunas de las que más le preocupan: la izquierda ha fracasado, por supuesto, no viviremos una revolución; el patriarcado morirá matando o el futuro será privatizando. Para no quedarnos con este mal sabor de boca, hay una verdad aún mayor a las anteriores: pese a todo, lo seguiremos intentando.
Es una vieja tradición en nuestro país echarle a la oposición las culpas sobre el estado del país. Ocurrió con Zapatero como ocurrió con Aznar y vuelve a ocurrir ahora. Para la izquierda, Feijóo no colabora, no tiene sentido de Estado, no entiende la complejidad de España. No es ese centrista europeo y moderado con el que alguna vez soñaron. Para cierta derecha, Feijóo, por el contrario, mansea y pastelea, carece de estrategia y falla en la táctica. Y para colmo, no les ganó, allá en el 23, las elecciones.
Ocho meses después de la DANA hoy los habitantes de los pueblos más afectados recuperan por fin una de las rutinas más cotidianas: hoy vuelve el metro a toda la zona cero. Y del exterior, la última cumbre de los 27 líderes europeos antes del verano termina con una nueva oferta de Washington a la Comisión para un acuerdo en materia arancelaria del que no se conocen detalles, y que termina también sin avances sobre a la posición de Europa respecto a la ofensiva de Israel en Gaza. En España, la semana termina con el aval del Constitucional a la Ley de Amnistía con la mayoría de los seis magistrados progresistas frente a los cuatro conservadores.
En una palabra, la política, como expresión de la soberanía popular, es la que ha decidido la amnistía, lo que para nada significa una intromisión ilegítima en la acción de los tribunales. De hecho, como sostiene la sentencia, el Parlamento no reemplaza a los jueces, sino que por motivos extra jurídicos adopta una determinada decisión, ya que las leyes de amnistía ni juzgan, ni ejecutan lo juzgado.