¿Existen fiestas y tradiciones invasoras?

Que solo el pueblo salva al pueblo es una sentencia demoledora para la democracia. Las instituciones representan al pueblo, y que haya ciudadanos que no se la sientan suyas o la sientan lejanas, es un fracaso absoluto. La solidaridad espontánea es loable y emociona, pero si es considerada la única alternativa a la gestión pública es que tenemos un grave problema sobre la mesa. 

La Asamblea Nacional francesa acabó ayer con el mandato del primer ministro más efímero en la historia de la V República. Una moción de censura de la izquierda -con el apoyo de la ultraderecha de Marine Le Pen- hizo caer a Michel Barnier, designado por Macron. No ha durado ni 100 días en el cargo. Una moción de censura no derrocaba a un gobierno en Francia desde 1962. La de ayer salió adelante con 331 votos, muy por encima de los 288 necesarios. El resultado, la dimisión que hoy formalizará Barnier, devuelve al presidente de la República la responsabilidad de buscar una salida al bloqueo político en el que se encuentra el país.

Ha ocurrido lo inevitable, o quizás no, si se hubiera espetado la voluntad de los franceses. Una voluntad violentada desde larga fecha. Año de travestismo socialista y de la derecha republicana, incapaces de dar respuesta y resistir ante una extrema derecha arrolladora. Macron es el hijo y el yerno deseado y querido por los que sobrevuelan las urnas.