Gran magnirotura: La visita del príncipe de Gales en 1623

Podium

Cuando el presente se ensombrece hasta encapotarnos el espíritu sin remedio, existe un recoveco diminuto, derrochón y estrafalario del barroco al que acudimos con desconsolado afán escapista: el Potosí en cantimploras, el Aranjuez en flores, el Oriente en olores y la gran magnirrotura que fue la visita a Madrid del príncipe de Gales en 1623. Acompáñanos en este episodio en el que intentamos aliviarte la zozobra llevándote de la mano por un Madrid más iluminado que las navidades de Vigo, invadido por hooligans diplomáticos, poblado por elefantes, linces y avestruces: un fracaso político de dimensiones inigualables, pero también un absoluto triunfo estético, un delirio festivo. Del outfit check de pipiolos del primer encuentro entre Felipe IV y el príncipe de Gales al affaire entre la mujer del Conde-duque de Olivares y el duque de Buckingham, te contamos hasta el último detalle (y hasta el último ducado) del Tomorrowland madrileño de 1623 hasta llegar, por fin, a las celosías del convento para recuperar los calculados mimbres estratégicos del inigualable “complot de las Descalzas” y del chantaje lacrimógeno de Mariana de San José desde el convento de la Encarnación. Si no puedes vivir un día más sin saber cómo un puñado de monjas logró desbaratar el enlace entre la infanta María Ana de Austria y el protestante mohoso del príncipe de Gales, y si te va la vida en descubrir y almacenar en tu cabeza para siempre el número exacto de platos que el conde de Monterrey sirvió en el banquete que ofreció en su palacio el 2 de abril de 1623, dale corriendo a play.

Más episodios

Cursilería, pequeñeces y llagas, Sor Patrocinio

Alicaídas y melancólicas por sabernos ante la grabación del último episodio de la temporada, pero consoladas por los arrumacos aterciopelados del Museo del Romanticismo, por el gozoso y talentosísimo acompañamiento de Lucía Amor y por el aliento desmedido de un público espectacular, en “Cursilería, pequeñeces y llagas: Sor Patrocinio” nos atrevemos a ofreceros la mayor travesura anacrónica que jamás haya ejecutado este podcast. Cautivadas por el reclamo táctil y primoroso de la exposición “Cosas tenidas por pequeñeces”, en este episodio, y sin que sirva de precedente, abandonamos el cobijo portátil que entre todas hemos levantado con esmero y minuciosidad sobre las reliquias de El Escorial, los tapices de las Descalzas Reales, las sandalias mugrientas de Santa Teresa, la grandísima repugnancia de María de San José, las bilociones de María Jesús de Ágreda y tantas alegrías barrocas más para aventurarnos, temerosas, por sillerías isabelinas, fanales polvorientos, cenotafios de pelo, estuches acolchados, dioramas, y todo un lexicón decimonónico radicalmente nuevo en este rinconcito terapéutico nuestro. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio más romántico hasta la fecha: de miniaturas concepcionistas al epicentro del star system conventual del siglo XIX, un recorrido repleto de ensoñaciones, labores de manos, llagas fingidas, atentados fallidos, destierros, engatusamiento epistolares y mucha cursilería. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber con quién estaríamos dispuestas a intercambiar nuestra ropa interior, dale a play.

Queremos morir mártires: Luisa de Carvajal

Acogidas en los dulcísimos brazos de Sara Torres, en este episodio peregrinamos hasta La Térmica de Málaga, para explorar la erótica del sacrificio: coqueteamos con la sobrecarga testosterónica de los relatos martirológicos y nos adentramos en los martirios de Nagasaki de 1597 para enseguida dejar atrás la épica imperialista de la cultura maritial de nuestros siglos más favoritos y explorar, de la mano de Luisa de Carvajal y Mendoza, el reverso lento, dulce y hasta erótico del martirio. “Muy seca y huraña con mi contrario sexo” desde la infancia, pero con una aversión inquebrantable hacia la clausura, esta pija nacida en Cáceres en 1566 hizo voto de martirio en 1598 y, decidida a “hacer rostro a todo género de muerte, tormentos y riguridad, sin volver las espaldas en ningún modo, ni rehusarlo por ninguna vía”, optó por el suplicio más transepocal que ha existido, existe y existirá jamás: una mudanza a Londres. Bienvenidas, amigas, a esta experiencia inmersiva en el erasmus martirológico de Luisa de Carvajal: alteraciones del orden público, prácticas carroñeras de recolección de reliquias, triquiñuelas diplomáticas, penitencias sensuales, cultivo epistolar de la amistad y mucha, muchísimas fobia a los protestantes mohosos. Si no puedes vivir ni un segundo más sin alarmarte con el precio desorbitado del pan de centeno en Londres en 1605 ni consigues conciliar el sueño sin aprenderte el método de etiquetado de reliquias en la morgue mal gestionada que fue la casa de Luisa de Carvajal, dale corriendo a play.

Serpiente circuladora, capitán y las mil bravuras de San Plácido

Después de repasar la cronología de la apertura del sepulcro de Santa Teresa, los matices cromáticos de su paladar y la luminosidad de su cutis para atender a vuestras plegarias, decidimos embarcarnos en una tarea verdaderamente diabólica. Cautelosas de no ahogarnos en un lodazal de nostalgia, nos asomamos tímidamente a nuestro primer episodio: aquel “monjas endemoniadas” en el que, con vocecillas de arcangelotes y mucha pobreza técnica, recorríamos algunos de los highlights de la posesión conventual barroca. Cinco años después volvemos para contaros todo lo que no os revelamos sobre la mayor red flag conventual del siglo XVII: el convento de benedictinas de San Plácido de Madrid. Un casting de monjas que hubiera hecho saltar las alarmas del más explosivo de los realities y un confesor decidido a instrumentalizar los discursos demonológicos para arropar una noción abusiva y torticera del poliamor, convirtieron San Plácido en un caldo de cultivo para todo tipo de “bravuras” diabólicas. Pero detrás de las mil fechorías de Capitán, Serpiente Circuladora, Peregrino el Grande y los muchos otros demonios que invadieron San Plácido, os descubrimos las entretelas del #metoo definitivo de nuestros siglos más favoritos. Si te urge saber por qué Serpiente Circuladora era el demonio más multitasking y workaholic del barroco, si no puedes vivir ni un segundo más sin saber quién se alimentaba de los “bocados mordidos” de fray Francisco García Calderón y si necesitas que la priora de San Plácido te regale su how-to conventual de cómo salir airosa hasta de los atolladeros inquisitoriales más escabrosos, dale corriendo a play.