Joaquín Estefanía analiza las protestas y la respuesta política ante la guerra en Gaza.
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre las nuevas ayudas a la vivienda anunciadas por el Gobierno.
Las cosas tienen un límite. Cuando se están asesinando a más de 60.000 personas en Gaza, cuando se matan a 20.000 niños, algunos antes de cumplir su primer año, cuando se bombardean los hospitales y se dispara contra las colas de gente que intenta encontrar un plato de comida, cuando se pretende legitimar la crueldad de un exterminio que recuerda la barbarie de personajes como Hitler, no es posible la discusión.
Nos preguntamos cómo es posible que Israel siga participando en competiciones internacionales mientras Netanyahu sigue matando y asesinando impunemente a gazatíes. Es difícil entender otro debate que no sea cómo aislar a Israel y forzar a la comunidad internacional a actuar. Algunos líderes políticos aprovechan todo para increpar al Gobierno, incluso a riesgo de distanciarse de sus votantes.
Soledad Gallego-Díaz reflexiona sobre la reunión entre los principales líderes árabes para abordar el ataque israelí en Doha
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre la nueva batalla política que han generado las protestas pro Palestina durante la Vuelta a España
Mientras, en Madrid, miles de personas conseguían parar el final de La Vuelta ciclista, en una manifestación que sitúa a España a la cabeza de las protestas contras Israel por el genocidio en gaza, a la cabeza en la defensa de los derechos humanos, mientras todavía había quien pensaba que permitir la participación de un equipo de Israel en la competición no iba a tener consecuencias. Mientras todo esto pasaba, Israel seguía masacrando gazatíes.
¡Ay, la hermosa lengua castellana, capaz de producir los versos más sublimes de Garcilaso o Juan Ramón y, al mismo tiempo, aberraciones tales como ministro sin cartera o abrótano macho, sin olvidar la mayor de las excrecencias del idioma, la peor de todas, que es... cine familiar! ¿A quién se le ocurriría juntar ese sustantivo y ese adjetivo, que por separado resultan inofensivos, pero que, juntos, solo podían engendrar una monstruosidad?
Este será el fin de semana que recordaremos por la suspensión histórica de La Vuelta y por la conciencia de un país que no quiere guardar silencio o ser cómplice, porque el silencio hace posible el genocidio. Si en lugar de insistir en ese dilema absurdo e imposible entre ciclistas y niños palestinos muertos, el ciclismo hubiera suspendido la etapa y convertido el final de La Vuelta en un acto de denuncia y solidaridad contra el genocidio, Palestina y el deporte habrían salido ganando, pero prefirieron tener más policías que ciclistas.
Todos queremos por naturaleza tapar lo que nos avergüenza. Pero la maniobra de tapar solo consigue que los demás quieran ver a toda costa.