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No más miedo. Tantas crisis anunciadas, tantas otras que llegaron por sorpresa, tanta incertidumbre siempre acechando a la vuelta de la esquina. Otra vez empezamos el curso con los peores augurios. Y qué quieren que les diga. Yo ya no quiero tenerle más miedo al futuro. Me he hartado de qué me bombardeen sin parar con catastróficas profecías y que exciten los fantasmas de crisis pasadas. ¿A qué vienen tantos mensajes para fomentar el desánimo?
Un buen negacionista nunca deja que la realidad o la evidencia científica le estropeen una buena teoría de la conspiración. Así que la culpa de todo la tienen los ecologistas, la Agenda 2030 o la ideología roja y progre en general. Lejos de apuntarse un debate inteligente sobre la evidencia de los incendios de sexta generación y las nuevas políticas de prevención que exigen, el partido que gobierna en las comunidades más asoladas por el fuego y por su propia incompetencia prefiere apuntarse al negacionismo climático y político proclamando que la culpa de todos la tiene Pedro Sánchez.
Hasta ahora hemos contemplado desolados los incendios que han quemado una buena parte de España. A partir de ahora contemplamos cómo se quema nuestra política y nuestro año al igual que pasa con la Guerra Civil, un episodio feroz que nos sigue dividiendo somos incapaces de compartir un relato común sobre lo que nos ocurre. Ya pasó con la DANA. Si eras de derechas la culpa era de la Confederación del Júcar de competencia nacional si eras de izquierdas toda la culpa era de Mazón.
Tanto el Estado como las Autonomías han preferido gestionar las consecuencias. Crisis de incendios cada verano en lugar de abordar las causas. Un modelo territorial insostenible. La responsabilidad futura es lo que importa. Esta sólo será posible mediante un gran pacto de Estado que reconozca que el abandono rural no es solo un problema de gestión forestal, sino una cuestión de supervivencia territorial que afecta a la sostenibilidad ambiental, económica y social de todo el país