"Al principio, recogía las prendas con agrado, como esa gente deseosa de hacer el bien constantemente, sin tomarse nunca un descanso para hacer entremedias una pequeña putada"
La hora tiene algo de último gran dictador. Nos está sometiendo toda la vida, somos un juguete en sus manos. Hay algo en ella que invita a la obsesión, a tenerla absolutamente presente, a que tu suerte dependa de cada instante.
Santidad, aquí nos tiene: los mansos de la Tierra. La gente que traga con todo, que ofrece la otra mejilla ante las bofetadas del poder y las empresas, que se humilla ante cualquier ofensa. En fin, más bienaventurado no se puede ser.