SER Podcast
Todo pasa tan deprisa que, al hablar de las europeas del pasado domingo, uno ya se siente el narrador de un documental sobre la batalla de Las Navas de Tolosa. Y sin embargo hay que volver a estas elecciones, siquiera porque han tenido una rara virtud: los partidos siempre están dispuestos a apuntarse victorias reales o morales en la noche electoral, pero en esta ocasión las urnas han traído consigo ceniza para todos. Llamémoslo una redistribución del descontento.
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre el cambio de actitud de Alemania en relación al reconocimiento oficial en la UE de las lenguas cooficiales de España
Lo más parecido que Bélgica tiene a una novela nacional se titula “La pena de Bélgica” y cuando Jacques Brel le dedica una canción a su tierra, Le plat pays, no terminamos de saber si estamos ante una alabanza o un lamento. Si algo ha unido a flamencos y valones es la voluntad de poner tierra de por medio: los viajes geográficos de Michaux o los espirituales de Folon y de Magritte, las misiones de Damián de Molokai o las andanzas de Tintín. En otras palabras, nadie se ha quedado más en Bélgica que Carles Puigdemont.
Quizás algunos de nuestros socios comunitarios no les haga mucha gracia eso de darnos dinero para construir, porque varios de ellos ya han hecho los deberes. España está a la cola del gasto en vivienda de protección social. Para que nos hagamos una idea, la media europea es de €161 por habitante y año, mientras que nuestro país dedica €34 por persona y año. Irlanda dedica 335 y Francia 274. Estamos en la cola de alquiler social y de vivienda protegida.