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Nos espera un día intenso de un mes de julio que se resiste a coger vacaciones. Trump no podía soñar un inicio de Convención Republicana más favorable. El candidato del malestar conservador ha tapado con una foto icónica con el puño apretado y un grito, 'fight', la fotografía del condenado por pagar el silencio de una prostituta. Mientras, Biden deshoja la margarita de su retirada. En España, se saluda a los futbolistas como a los nuevos guerreros mientras se utiliza a los inmigrantes como arma arrojadiza.
En España, la preocupación por la convivencia democrática en momentos como los actuales, no debería quedarse solo en una apelación moral como en parte, expresó el rey en su discurso de Navidad. De hecho, deberíamos hablar de un mandato constitucional. Y es a partir de ahí cuando podemos hablar de convivencia y de justicia social. La confianza en que la democracia no se limita a gestionar procedimientos ni hablar en abstracto de convivencia, sino que actúa para asegurar dignidad para todos.
Ahora pienso que la mejor Nochebuena sería esa. Escribir sobre la rutina anual. Sin víctimas, sin verdugos, con los niños asesinados en toda Palestina devueltos a la vida, a un país libre y a una existencia digna. Eso sería el mejor milagro hasta para los no creyentes. Festejemos con quienes aún poseen conciencia y memoria. Y deseemos que aparezca en el horizonte el destello de una Nochebuena que no duela ni albergue incertidumbre.
Nochebuena de 2025. Esta noche, nos juntaremos para celebrar que seguimos por aquí un año más, que seguimos juntos y que seguimos cerca. Quizá sea una buena noche para dejar de lado todo el ruido que nos envuelve en estos últimos años. Una noche de descanso, un ejercicio casi contracultural, sin buenos ni malos. Sin muros ni extremos, sin nosotros y sin ellos. Una noche de paz en la que no haga falta tener la razón.