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Siempre me ha parecido curioso que se insulte a las mujeres con el llamado oficio más antiguo del mundo. Es un hecho, por desgracia, culturalmente universal. La prostitución es un acto mediante el cual un hombre paga para tener acceso a la intimidad de una mujer y mantener relaciones sexuales con ella. Es decir, se trata de alguien que mercantiliza algo que suele ser o debería ser gratuito y consensuado. Se entiende que apetecible y gozoso para ambas partes. Contrata el servicio, lo que hace es adquirir algo que, en principio no es un bien un objeto, sino un ser humano. Visto así, ¿a quién degrada más este acto, a la prostituida, la consumida, la alquilada, la adquirida o a quién es capaz de comprar el sometimiento de otra persona? ¿A quién podemos considerar moralmente reprochable, a la que es degradada o a quién degrada? Y aun así, el insulto es siempre para ella.
Me refiero a facilitar, por ejemplo, el transporte entre pueblos, entre ciudades pequeñas y, ya puestos, entre Extremadura y el resto del mundo.
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre el acto de conmemoración del 50 aniversario de restauración de la monarquía
Hubo quien mintió en relación con el caso de los delitos fiscales reconocidos por la pareja de Isabel Díaz Ayuso y hubo quien intentó desmontar la mentira contando la verdad. Y ha ganado la mentira, reconocida en sede judicial, ante los magistrados. Miguel Ángel Rodríguez coló una mentira donde él ya sabía que iba a colar.