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Siempre me ha parecido curioso que se insulte a las mujeres con el llamado oficio más antiguo del mundo. Es un hecho, por desgracia, culturalmente universal. La prostitución es un acto mediante el cual un hombre paga para tener acceso a la intimidad de una mujer y mantener relaciones sexuales con ella. Es decir, se trata de alguien que mercantiliza algo que suele ser o debería ser gratuito y consensuado. Se entiende que apetecible y gozoso para ambas partes. Contrata el servicio, lo que hace es adquirir algo que, en principio no es un bien un objeto, sino un ser humano. Visto así, ¿a quién degrada más este acto, a la prostituida, la consumida, la alquilada, la adquirida o a quién es capaz de comprar el sometimiento de otra persona? ¿A quién podemos considerar moralmente reprochable, a la que es degradada o a quién degrada? Y aun así, el insulto es siempre para ella.
A veces nos hartamos de tanta tragedia y tantas malas noticias. A mí me pasa. Pero antes de desconectar y dedicarnos a nuestras cosas, es bueno acordarse del mal necesario.
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Es un cliché clamoroso decir que, en política, los rivales son los que tienes enfrente, mientras que los enemigos son los que tienes a los lados. Con esto nos referimos a las rencillas, las maledicencias y las celotipias que, en el seno de los partidos, crea el narcisismo de las pequeñas diferencias. Pero quizá los peores enemigos están en tu partido porque, sencillamente, son los que te pueden hacer más daño. Mazón estuvo y no está, pero su nombre aún ha de envenenar por largo tiempo los sueños de Feijóo.