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Ya sabíamos que Pedro Sánchez se lleva mal con Emiliano García Page o con Javier Lambán. Que le incomodaba tener a Pablo Iglesias en el gobierno. Que volvió a hablar con Ábalos tras cesarlo como ministro, y también que lo recuperó en las listas de 2023. Lo más llamativo no está en el contenido de sus mensajes de WhatsApp, las conversaciones entre Sánchez y Ábalos no muestran nada relevante que no conociese ya todo el mundo.
No hay grandeza ajena que resista la lectura de sus WhatsApps. Imaginemos a Sartre mandando besotes a Simone de Beauvoir. A Immanuel Kant diciendo que “Oka” a un cambio en el horario de sus clases. O a Churchill poniendo un emoticón de lagrimita después de un bombardeo. Nada adensa la grandeza como el silencio.
Es normal, y así lo aplaudo, que los periodistas parlamentarios hayan dicho basta a los constantes ataques de los también llamados periodistas, pero que en realidad son agitadores ultraderechistas. Debería ser normal también que esos mismos periodistas denunciaran los constantes ataques a la democracia que se vienen observando en diversos medios y no solo en las redes sociales.
El director de 'El Larguero' se rinde al flamante campeón de Liga.