Lo que ha pasado en Jumilla nos muestra algo preocupante sobre nuestra democracia. El ayuntamiento ha aprobado una medida que vulnera la libertad religiosa, garantizada por la Constitución Política pura y dura. Vox quería prohibir actos ajenos a la identidad del pueblo porque, al parecer, rezar no forma parte de la identidad de un país donde llevamos siglos conviviendo. El PP lo maquilló cambiando el Reglamento del recinto, pero el resultado es el mismo, discriminación institucional.
Nunca antes tantas generaciones de españoles habían compartido un período tan prolongado de convivencia en paz y libertad. Basta con tener un poco de perspectiva histórica para dar gracias al destino por ser lo que somos: unos privilegiados. Solo faltaría que vinieran a aguarnos la fiesta unos nazis de pacotilla que no valen ni para secundarios de una película de Tarantino.