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La desolación que deja el fuego a su paso tardará en superarse. De momento no estamos ni ahí, estamos consumidos por el fuego, incapaces de controlarlo. Ni la ola de calor ni la sequía nos pueden coger de improviso, lo sabemos. Sabemos que la crisis climática cambiará muchas cosas y que nos obliga a actuar de manera diferente y coordinada.
¿Nadie los cuida o para ser más preciso? La despoblación en grandes espacios forestales alienta que pequeños incendios que antes se apagaban de forma inmediata por los vecinos del pueblo, ahora se conviertan en tsunamis de fuego y cenizas. No es casualidad, De hecho, que los grandes incendios afecten más a la España vaciada, lo que refleja un problema de fondo al que se presta escasa atención.
España es ahora mismo el combustible perfecto para extender incendios. Llevamos muchos años muy preocupados por el paisaje, pero hemos prestado menos atención al paisanaje, es decir, a las personas que viven allí. La España interior, que se ve representada en provincias como Ourense, Zamora, León o Cáceres, ha ido perdiendo parte de su actividad económica tradicional, ganadería extensiva y el cultivo de muchas tierras. Se acumulan años y años de abandono, donde los matojos y la vegetación descontrolada han acaparado todo.
Ni Castilla León se situó en la vanguardia tecnológica para luchar contra el juegos, como anunció su presidente entonces, ni se aumentaron los presupuestos destinados a prevención, todo lo contrario, y se vuelve a fiar todo a la reconstrucción. Suena a la Dana valenciana. La falta de medios y la precarización de los bomberos ha ido a más y entregar las competencias de medio rural o gestión forestal a los negacionistas de vox a las primeras de cambio no mejoró los resultados.