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Soledad Gallego-Díaz reflexiona sobre los 50 años de la muerte de Franco.
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre la conmemoración de los 50 años de la muerte de Franco
En los anuncios de comparadores de precios siempre sale uno listo y uno tonto. El listo, alto y estiloso, ha conseguido pagar menos por cada noche de hotel; el tonto, el que se ha quedado sin rebaja, suele ser fondón y con cara de bobo. Es un poco como lo de los payasos: el payaso listo, el payaso tonto. Ahora los payasos tontos se presentan ante el electorado y salen vencedores. Nigel Farage, agarrado como a una boya a su pinta de cerveza, ganó el referéndum del Brexit. Donald Trump ganó sus presidenciales con sus bailecitos ridículos y la cabeza pintada de naranja. Javier Milei ganó las suyas disfrazado de demonio de Tasmania con el pelazo de Calamaro y la motosierra.
En el plano nacional, cuando se cumplen 50 años de la muerte de Franco y el estado de nuestras instituciones debería ser más que sólido, hemos visto un juicio inédito a un fiscal general del Estado que nunca debió tener lugar. En el plano internacional y después de haber contemplado la destrucción de Gaza y de buena parte de Ucrania, podemos encontrarnos ante un ataque de Estados Unidos a Venezuela que nadie puede comprender. El autoritarismo crece en el mundo libre y el espejo de la democracia y la paz pierden brillo. Por todo ello, el asombro es, sin duda, el protagonista.